Tenía decidido hablar hoy del que para mí es una de las sensaciones de la Liga, el brillante a la par que polémico Diego Costa. Pero una entrevista ayer en Radio Marca con Paco García Caridad a la cabeza me llevó por otros derroteros. No podía salir de mi asombro cuando escuchaba que a un segundo entrenador no se le permitía fichar por un determinado equipo por ser “demasiado español”. Así que me guardo al delantero del Atlético de Madrid para otro día y centro mi atención en todo lo que llega desde Balaídos.
Todo comenzaba por el doloroso cese de Paco Herrera. Un hombre humilde con un mérito enorme: el de recuperar a todo un Celta de Vigo de los infiernos de la Segunda División para devolverlo a las mieles del paraíso de la máxima categoría. No lo hizo de cualquier manera, sino apostando por un fútbol bonito, alegre y muy agradable de ver. Aunque el Celta perdiese daba gusto verle jugar. Y para muchos años quedará su mérito de lanzar al escaparate de nuestro fútbol el nombre de Iago Aspas.
Pero los resultados mandan, a veces demasiado, por desgracia. Herrera no sobrevive a la delicada situación y desde muy pronto se asegura que Abel Resino le sustituye. Buen revulsivo, pienso. No me va a gustar tanto el fútbol del Celta, me digo. Aunque si salvó al Granada el año pasado también puede hacerlo con el conjunto celeste. Pero si algo dolía era leer las declaraciones de Herrera en las que aseguraba que nadie le había dicho nada aún cuando la noticia era tan real como que Abel Resino ya iba rumbo a Vigo. Qué rara actitud la de Carlos Mouriño…
Abel llegaría en teoría a la ciudad gallega como todo buen entrenador hace hoy en día: con su equipo. Con su segundo y su preparador físico. Hasta ahí bien. Pero resulta que su mano derecha iba a ser Salva. Sí, Salva Ballesta. El que fue pichichi con el Racing. El que marcase goles en Sevilla, Madrid, Málaga o Valencia. Iba a ser la primera toma de contacto con un banquillo para un hombre muy conocido que encajaba a la perfección en el papel de motivador nato. Y aquí es donde se abre la caja de los truenos.
Salva sale en coche desde Málaga rumbo a Vigo. 1.016 kilómetros. Y a la altura de Madrid recibe una llamada. De Carlos Mouriño. Le dice que no puede ser. El motivo, la presión de un pequeño grupo de aficionados que no le quieren en el cargo. Es lo que de toda la vida podría llamarse chantaje, viniendo ni más ni menos que de un sector ultra.
¿Y por qué no quieren a Salva Ballesta? Por su ideología. Salva siempre presumió de ser español. Nunca habló de partidos políticos, pero sí presumía de patriota. Facha, le decían algunos. Eso siempre le hizo estar en el punto de mira de muchas aficiones rivales, donde todo se tiende a exagerar. Y ese paso público de Salva no le ayudó precisamente a ganar amigos. Pero como Salva siempre ha sido de los que dan la cara no ha dudado en desvelar y lanzar a la luz pública su no fichaje por un veto ideológico.
La política nunca debería estar ligada con el deporte. Pero este caso es más grave que todo esto. Que un grupo radical pueda descolgar un teléfono o mandar un mensaje al presidente de un equipo de fútbol y sea capaz, digamos, de convencerlo de cosas como a quién debe o no poner de segundo entrenador es algo muy grave. ¿Qué otras cosas puede haber hecho Mouriño para no generar más problemas con este pequeño sector de la gran afición celeste?
Otro tema es el de Abel. Muchos se habrían negado a ir al Celta en tales condiciones. Si el técnico cree que Salva debía estar en su equipo para lograr alcanzar la salvación debería haber ido hasta las últimas consecuencias. Como hizo José Antonio Camacho en todo un Real Madrid. Eso es tan cierto como que tampoco conocemos las condiciones personales del exportero del Atlético de Madrid. O sus necesidades.
En definitiva ¿qué pensáis de todo esto? Si eres aficionado del Celta… ¿Te parece bien lo que está pasando? ¿Cómo calificaríais la gestión de Carlos Mouriño en este proceso? ¿Debe la política o la ideología particular ser un condicionante a la hora de tomar una decisión deportiva? ¿Hace bien Abel en seguir adelante en estos términos? ¿Volverá a pasarle factura a Salva Ballesta el ser demasiado español? ¡Os leo!