Todos los aficionados al mundo del fútbol recordamos aquel 11 de julio del 2010 como el día en el que cambió todo. Algunos pensábamos que nunca veríamos algo más grande que el gol de Fernando Torres en Viena, pero Andrés Iniesta nos hizo cambiar la perspectiva como nunca antes habíamos imaginado. La Roja era la mejor del mundo, y también de Europa, completando en Ucrania y Polonia un triunvirato histórico. Ahora el reto es lograr la corona de cuatro puntas. Y eso comienza a ganarse ahora. En marzo de 2013.
El empate in extremis pescado en el Vicente Calderón por Francia tras aquel fallo de Juanfran pone a los campeones quizá no contra las cuerdas, pero sí con un margen de error inversamente opuesto al máximo nivel de exigencia que el fútbol internacional ofrece en nuestros días.
Sin Iker Casillas ni Puyol, dos de los baluartes del vestuario nacional, España asume un doble reto ante Finlandia el viernes y Francia el martes. A Vicente del Bosque le preocupa especialmente el duelo ante los nórdicos. Eso dice y eso debe decir. Es el temor de un hombre sabio. Fallar en el partido ganado de antemano en todas las quinielas incendiaría de antemano el ya de por si ardiente compromiso de París.
Porque el campeón se la tiene que jugar en uno de los escenarios más complicados del mundo. Los habituales y recientes fracasos en las grandes citas (cayó en la primera fase del mundial en un rupo con Sudáfrica, México y Uruguay) llevó a los galos al bombo dos de la UEFA debido a un coeficiente que no estaba n entre los diez mejores. Y el sorteo, caprichoso como siempre, emparejó al más guapo con la más fea. Y a bailar.
Habría mucho que hablar pero quizá poco que discutir sobre si el actual campeón debería partirse los cuernos en fases previas. Hace años que ya no se premia al mejor con un salvoconducto que sí tiene el anfitrión. Algunos dicen que si eres el mejor no deberías tener problemas en superar una más o menos difícil fase para defender el título. Y puede que tengan razón. Otros dirán que a un equipo capaz de brillar y de levantar el trofeo tras siete duras batallas hay que ponerle la alfombra roja y hacerse fotos con ellos en cada día previo a la lucha por destronarle. También tienen razón.
Sea una cosa u otra en apenas cuatro días se juega el billete a Brasil. Como mínimo hay que empatar en Francia. Como mínimo. Hay premio de consolación, sí, una repesca muy habitual en la era anterior a Vicente del Bosque, con eliminatorias fracticidas ante rivales de la entidad de Eslovaquia. Pero ojo, que hay muchos equipos en apuros y sortear esa frontera no es fácil. Y si no que se lo digan a Francia, a Irlanda, a Henry y a la mano del bleu.
El abanico de posibles rivales en una hipotética repesca provoca desconfianza y recelo. Parece muy probable que allí esté Portugal (otra vez), con Cristiano Ronaldo liderando a un equipo al que hubo que eliminar en los los penaltis en la última Eurocopa (un abrazo a Ramos y a sus bemoles). Son junto a Suecia o Croacia los equipos que podrían suponer una mayor amenaza.
Pero la Roja no debería pasar por ese trámite. ¿Empató Francia en el Calderón? Sí. ¿Dio buena imagen? Sí. ¿Puede España ganar en París? Desde luego. Para mí, clara favorita. El equipo de todos tiene todos los argumentos de un mundo futbolístico que domina con un guante de seda que actúa con tanta o más autoridad que un mazo de hierro. Muchas ganas de ver a Villa. A Iniesta. A Silva. A Xavi. A Ramos. A la Roja. A España.