Yo vi jugar a... Ginola

El extremo francés era puro talento. A su exquisita técnica y notable velocidad, sumaba un disparo  letal que ejecutaba con ambas piernas. Espectacular, su repertorio estaba plagado de movimientos inverosímiles.

20 Marzo 2013 - Escrito por Fútbol Emotion Fútbol Emotion

LA FICHA

Nombre: David Desire Marc Ginola.

Especie: Mago.

Marca de la casa: Quitar las telarañas de la escuadra.

Pintas: “Porque yo lo valgo”.

Letal: Desde que recibía el balón en campo rival.

Le rinden pleitesía: El París Saint-Germain y el Tottenham Hotspur.

Riesgo de extinción: Muy alto.


¿Cómo era?

Atlético, fino, elegante... ¡y guapo! David Ginola fue de los primeros futbolistas que se convirtieron en iconos de la moda. Su melena fue santo y seña de una popular marca de champú a finales de los años 90.

 

¿De qué jugaba?

El francés era un extremo a la antigua usanza. Muy vertical y de fútbol directo. Regateador, lo suyo no era algo más que conducción de balón (por ambas bandas). Hablamos del típico jugador que abre el campo y es capaz de ganar la línea de fondo con facilidad; que imprime velocidad al ataque, y que tiene capacidad para salir airoso de cualquier situación. Aguerrido, imprevisible, buen pasador y aficionado a tirar esas diagonales en carrera, sorteando rivales, tan propias de los grandes en su demarcación.

 

¿Por qué me acuerdo de él?

Básicamente, por la retahíla de golazos que marcó, temporada tras temporada, a lo largo de su carrera. Apodado 'el magnífico', ver jugar a Ginola cuando estaba enchufado era un auténtico gustazo. Tenía la irregularidad de los genios y su trayectoria quedó marcada por una desafortunada jugada con Francia durante la clasificación para el Mundial de Estados Unidos '94. Eso le dio un halo de jugador maldito que, si cabe, aumentaba más todavía su carisma.

Con apenas 18 años, en las filas del Sporting Toulon, debutó en la primera división francesa. Sus actuaciones llamaron la atención del Racing Club de París, que consiguió incorporarlo a su plantilla. Allí, Ginola coincidió con el gran Enzo Francescoli, quien se convirtió de inmediato en un referente para el joven talento galo. Tras consolidarse en la élite, previo paso por el Brest, es el París Saint-Germain el que decide apostar por la emergente estrella. Es entonces cuando se produce el despegue definitivo en la carrera del futbolista.

Junto a los George Weah, Rai, Paul Le Guen, Valdo Filho y compañía, David Ginola explotó al máximo sus cualidades, destapándose como uno de los mejores futbolista del continente europeo. Descarado e inteligente, dotado de un exquisito toque de balón y un fondo de armario poblado de maniobras y regates eléctricos, 'el magnífico' conquistó de inmediato a la grada del Parque de los Príncipes. Su paso por París coincidió con la etapa más gloriosa del club en Europa. El PSG se convirtió en un equipo temible, que practicaba un fútbol de ataque muy dinámico y que se ganó a pulso la fama de 'bestia negra' entre los equipos españoles (que le pregunten al Real Madrid y al Barcelona). 

Sin llegar a las cifras de un delantero, David Ginola aseguraba un buen puñado de goles cada temporada. Y de bella factura, además. No obstante, fue en sus dos últimas campañas con el París Saint-Germain cuando alcanzó sus récords en este apartado con 15 y 12 dianas, respectivamente. Buen llegador desde segunda línea, y muy hábil en los desmarques de ruptura, el galo escondía dos rifles de francotirador en cada pierna. Quizás sus mayores obras de arte futbolísticas las firmó en Inglaterra, país en el que desembarcó en 1995 a bordo del Newcastle.

 

En la Premier, de transiciones rápidas, Ginola se transformó en un jugador más vistoso si cabe. En San James Park alucinaban con sus temidas diagonales a pierna cambiada, sus voleas, ruletas, amagos, caños... ¡y asistencias! Junto con el cañonero Alan Shearer, formó una de las duplas más temidas y brillantes del campeonato. En plena madurez, este trotamundos del balón  aún tuvo tiempo de conquistar los corazones de los hinchas del Tottenham Hotspur, quienes se contagiaron de la garra y orgullo que el astro demostró en las tres campañas que permaneció en el equipo. Y en los que su fútbol, como el buen vino, mejoró aún más con el tiempo. De hecho, fue nombrado futbolista del año en la Premier 1998-1999.

Antes decíamos que a Ginola le perseguía un cierto aire de maldito. Y esto se debe a su pobre bagaje como internacional. Durante la fase de clasificación para Estados Unidos '94, en el partido definitivo contra Bulgaria, el marcador señala un 1-1. Un resultado que bastaba a Francia para sellar su pasaporte al Mundial. A punto de cumplirse el tiempo, y sin necesidad, Ginola arriesgó con un pase y Bulgaria tuvo una última oportunidad para salir a la contra. La jugada terminó en gol y Francia quedó fuera del torneo.

La prensa gala señaló directamente a David como culpable del fiasco, y dejó de contar de manera sistemática para el seleccionador Aimé Jacquet. Las malas lenguas dicen, además, que la relación de Ginola con Éric Cantona nunca fue lo que se dice muy cordial. Todas estas circunstancias dejaron a nuestro protagonista con 17 internacionalidades. Un número tremendamente bajo para un futbolista de su talla. 

 

Un momento mágico:

Podría escoger varios. Pero mejor, me quedo con la temporada completa que se marcó en el Tottenham campeón de la Carling Cup (actual Capital One) en 1999.

 

El Ginola de hoy:

 Quedan pocos extremos de la vieja escuela. Y en este caso, no hablamos de un cualquiera, por lo que es difícil encontrar un jugador actual que reúna todas las cualidades del francés. Así que lo montaremos por piezas. Necesitaremos: El golpeo con ambas piernas de Diego Forlán; el desborde de Arjen Robben; el carisma de David Beckham; la elegancia y clase de Andrea Pirlo; la capacidad de asistir y la espectacularidad de David Silva; el poderío de Gareth Bale, y la variedad en el regate de... Ginola.

Y si no me creéis, aquí os dejo un vídeo. Porque él lo vale... 

 

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